Calle de hipsters, rockeros,
geeks y el resto del mundo, los “normales”. Calle mágica y llena de cerebros
emocionados por compartir la mucha o la poca información que esta anónima calle
les puede ofrecer.
Allí está ese lugar
maravilloso, una típica capilla que envuelve y reúne a todos aquellos
feligreses dispuestos a compartir su fe pero en el delicioso, codiciado y
maldito licor. Sus paredes te toman por sorpresa, y sin pedirlo, te llevan a la
gran fiesta de la muerte, la cual, llena cualquier alma de un profundo
sentimiento mexicano pero que se fusiona con los más deliciosos sabores y
aunque no lo crea, tradiciones Colombianas.
Cuando el sitio se ha
convertido en euforia, y donde esos pequeños pero endemoniados tragos han
perturbado algunas mentes, llega ella, la hermosa chica de cabello castaño
ondulado, con unas gafas que te recuerdan aquellas imágenes de películas
ochenteras y con un profundo estilo
vintage; delgada y con un color de piel que sientes conocer a la propia Blanca
Nieves sin sus 7 enanos, pero en una versión
medianamente Colombiana.
Clara, se encuentra detrás
de aquella barra llena de botellas hermosas, coloridas y con líquidos que al
observarlos, te hipnotizan y te introducen a un laberinto de alcohol, y de
libertad. En el furor de la noche se cruzan dos miradas angelicales, que se
llenan de picardía, lujuria y pensamientos que sólo estos dos seres podían
entender.
La chica de cabello ondulado
pide un coctel de esos que al terminar el último sorbo, ya te tienen en otro
mundo y completamente desinhibido, pero esa era la sensación esperada por
aquella chica, ansiosa de vivir en esa noche lo que esta tuviera destinada para
ella, quién lo iba a creer, la que se veía como caperucita roja, pero con una
loba en su interior.
Mientras en el lugar las
personas disfrutaban de unos deliciosos shots, comían y compartían con sus
ebrios amigos, la caperucita se tomaba su pequeño trago de licor e intercambia
miradas con esa despeinada y radiante Clarita, espero que aquellas calaveras
que adoraban el lugar revivieran con los ojos de aquellas niñas traviesas.
Todo era diversión, magia y
licor, que a tan altas horas de la noche te hacían ver doble, pero todo llegó a
su fin para estas muñecas de la noche cuando esa hermosa bartman terminó su
jornada laboral, las ganas eran incontenibles, el calor de ese líquido turbulento
ya había producido todo tipo de sensaciones a la caperucita. Y Clara, ya había
preparado todo para ese encuentro con ese ser angelical; en el momento menos
esperado, en el momento en el que todos pensaban en más de esos tragos mortales,
un beso consternó el lugar, pero claro sólo para mí que no tenía ni la más
remota idea que estos dos hermosos seres tenía una relación sentimental, así
pues, salieron del lugar, cogidas de la mano y saludando a sus amigos ya
envueltos y convertidos en los demonios que sólo el licor podría sacar de
ellos.
Lina María Gallego Ramírez.