No nació en diciembre como Jesús, Ozzy
Osbourne, Woody Alen o Sinéad O'Connor, grandes artistas todos; a diferencia de
todos ellos, este niño nació el 26 de Marzo en un país tropical del sur de América:
Colombia. Ha vivido 23 años llamándose Alejandro, pues sus padres consideraron
que era una mejor opción que César, como fue contemplado en algún momento.
Como la mayoría de los niños, hubiera
preferido nacer en Europa, lleno de plata y tener muchísimos juguetes, pero su
realidad fue otra. Como muchísimos niños Colombianos creció jugando con
cualquier cosa que se le atravesara: una llanta vieja, un palo que se encontró
en el piso, montado en los árboles y tirándole piedra a los avisperos,
verdadera felicidad. Su madre es una bella y hogareña ama de casa, encantadora,
y su padre es un avaro y ambicioso propietario de un vehículo de servicio
público, quien abandonó el bote a la mitad de la vida de su hijo, en pocas
palabras, la realidad contrasta con esas historias falsas que nos vende la tv
en sus comerciales de dentífricos, manchatripas y cualquier otro producto que
se preste para mostrar a la hermosa y perfecta familia colombiana, familia que
solo existe en los ideales.
Gracias a su madre estudió en el mejor
colegio del pueblo, no en el mejor de la ciudad donde se preparan los que van a
gobernar el país, en esos no; se preparó en uno donde lo importante es crecer y
aprender bajo los preceptos y las normas de la iglesia católica, aspecto bien
importante para una mama, pues todas quieren que sus hijos sean tan buenos como
son ellas. En este colegio de sacerdotes, Alejito, vivió grandes momentos con
sus amigos y compañeros; allí no sólo estudió, también se dio trompadas por
primera vez, pastelió por primera vez, y se dio cuenta que le gustaba el pelo largo,
la camisa por fuera, el skate, el Rock y la cerveza, muy católico todo.
Algún día la vida de colegio terminó pero
nunca paró de estudiar, pues si no estudias no eres nadie. Como no era bueno en
matemáticas, geometría, español, sociales, física, química, educación física,
ética, religión, ingles… Decidió estudiar diseño gráfico ya que era lo más
acorde con sus habilidades. Lo ideal para él hubiera sido estudiar una carrera
profesional, pero no todos tenemos padres ejecutivos que piensan que la
educación de sus hijos es lo más importante y debido a eso estudió una
tecnología, que equivale a ser profesional en nuestro país, Colombia. Una vez
terminó sus estudios pudo comenzar a trabajar, un poco empujado por su madre que
le decía que ya estaba grande y podía responder por sí mismo, y un poco motivado por los frutos del trabajo:
el dinero; pero para sorpresa de todos, su primer trabajo no fue en una agencia
de publicidad y mucho menos ganando millones, fue en un lugar feo del centro de
la ciudad, rodeado de borrachos, indigentes, jibaros, tintas, maquinas
impresoras, papel, prostitutas y cantinas, pero a pesar de todo “el trabajo no
es deshonra” y ese lugar le enseño mucho acerca de la realidad del medio. Luego de un tiempo cambió de ambiente, aunque
le tocaba viajar de polo a polo, además el trasporte público no lo llevaba
hasta su oficina por consiguiente le tocaba caminar y la mayoría de los días
que trabajó allá llegó tarde. En este nuevo lugar en el barrio guayabal, pasó 3
cortos años haciendo algo que disfrutó mucho, diseñar estampados.
Cualquier día la empresa acabó y por ende
el muchacho no podía quedarse en la casa haciendo nada, jugando play 3,
durmiendo hasta tarde, viendo televisión, saliendo y trasnochando, la vida que
todos nos merecemos. Gracias al cierre de la empresa, la Universidad de Medellín fue su próxima
estación, lugar maravilloso lleno de mujeres lindas e inteligentes, en donde
confirmó que los suyo no es ser popular, pues su soledad de primíparo era la
única que lo acompañaba mientras destapaba las cocas que su mama le empacaba
para el almuerzo y que él comía con algo de pena al ver que nadie más destapaba
una coquita repleta de comidas típicas iguales a la de él. Con el paso de los
semestres logró conseguir amigas y no se separó más de ellas.
Lo de él es viajar, ama el mundo pero no lo
conoce y por el contrario, ha estado encerrado en dos congresos internacionales
y varios seminarios sobre comunicación estratégica, en lugar de estar en una
alta montaña divisando el panorama. Conoce mucha gente buena pero pocos famoso
o personalidades disque importantes; no tiene amigos jueces, gerentes, cantantes de regueton,
modelos o genios tecnológicos. Prefiere la gente que le aporte en lugar de
amigos en Facebook. Prefiere las empanadas a la langosta y disfruta más de un
buen comercial que de un show televisivo donde la gente hace monerías para
ganar aprobación.
Ser un triste trabajador no es su meta,
quiere hacer de cada cosa que esté a su cargo algo significativo, que lo haga
feliz, quiere sentir que su trabajo vale porque aporta, sirve, es funcional y
no por lo bonito o adornado que sea. Por otro lado, no es una persona que le
guste estar mucho tiempo en un mismo lugar haciendo lo mismo, odia las rutinas
largas y tediosas y tiene pensado invertir la mayoría del dinero que reciba por
su excelente trabajo en estudios en otro
país, viajar por el mundo y conocer otras culturas como siempre ha querido.
buen texto y una auto reflexión compleja
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