La tarde es en sí misma ligeramente lúgubre, el
cielo parcialmente cubierto por grisáceas nubes parece anunciar un resto de
tarde y noche lluviosa, pero como lo dijera un viejo refrán “puro tilín, tilín
y nada de paletas” porque además de unas cuantas miserables gotas que más
parecían escupitajos, el ambiente no fue más que una serie de amenazas sin
cumplimiento. Gracias a la discusión de una
pareja en la mesa contigua cual novela venezolana, me cuesta trabajo
concentrarme en el entorno universitario, pero cuando la fatal disputa llega a
su fin y la chica sale indignada dejando a su parejo resignado, finalmente yo
enfoco mis sentidos hacia lo que realmente nos concierne. Como si la tarde no fuese lo suficientemente
deprimente, miro hacia mi izquierda y lo que recibo de inmediato es un golpe de
desilusión que además viene acompañado del recuerdo de señores de edad bastante
avanzada, con enormes barrigas e insufribles corbatas que traen encima el
penetrante olor a nicotina y café que parece ya haber permeado hasta los
ladrillos, inevitablemente pienso también en el complicado uso protocolario:
“no gorras, no sandalias, no minifaldas…” en fin lo que haga falta para hacer
de este bloque el lugar más cuadriculado y en mi opinión el más aburrido de
toda la universidad y eso que me limito a hablar sólo de la edificación porque
hablar de quienes la habitan sería meter las narices en terrenos delicados,
echándole limón a los ojos del encanto más protegido por la propia “Casa”, a
los niños consentidos, al mejor producto de la universidad, al ejemplo a
seguir, en fin lo que le levanta el ego a la propia progenitora y por supuesto
a sus viejos barrigones y prospectos de los mismos. Pero continuemos en lo que
íbamos, sigo mirando hacia la izquierda y no puedo evitar reírme mientras miro
la rampa que sube hacia el segundo piso del mismo bloque que me dice a gritos
“educación a los discapacitados” pero eso sí a los discapacitados interesados en
estudiar única y exclusivamente derecho porque de resto no tienen acceso a la
universidad. Pero bueno basta ya de darle importancia a este bloque y miremos
hacia la derecha en donde podemos encontrar la máxima expresión de lo que
significa invertir inteligente y significativamente para nuestros distinguidos
cabecillas: el parque lineal, que
conduce casi poéticamente hacia el edificio de admisiones. Un puente de
concreto y vidrio templado, fina mezcla cabe resaltar, se extiende por encima
de una fuente que por la capa de moho que contiene ya no logro distinguir el
color de su fondo, adornada gloriosamente por altísimos chorros de agua cual
celebración de fin de año y bueno la poesía caduca cuando de repente si giramos
hacia la izquierda encontramos los edificios antes mencionados, hay que
resaltar que atendidos por los más dulces rostros jamás conocidos, y si
seguimos derecho encontramos el teatro, pero guardemos la ilusión que traíamos.
Volviendo al punto de origen, sigamos el
sendero entre jardines y matorrales y lleguemos al “Kiosco de la chicas” o como ya algunos lo han adoptado:
“Mandarina”, un genial ejemplo de lo que significa Alimentación universitaria:
grandes cantidades de grasa y harinas expresadas en papitas, pizza y chuzos, junto a bebidas llenas
de conservantes, claro a menos que tengas el tiempo para esperar “una ensalada
con un jugo natural por favor”, pero seamos realistas, para éste último tienes
un hueco de dos horas mínimo o en el peor de los casos recién comienzas
semestre, en fin.
El recorrido no es que sea lo máximo y
realmente no lo haces a menos de tener que cruzar para llegar a alguna clase o,
como es el caso, para hacer un trabajo de Lenguaje y creatividad, pero en
cualquiera de los casos por lo menos asegúrense de tener buena compañía o algo
que sea lo medianamente decente como para evitarles la desilusión que ya me
invadió a mí.
excelente descripción
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