sábado, 18 de febrero de 2012

"BRILLO DE LUNA"






En este lugar donde la distancia de la ciudad emprende el camino al aire puro y a la libertad, en la cima de los deseos se encuentra ella, en la oscuridad, tan solo con aquella pintura brillante en las paredes que plasma el arte grandioso de aquellos locos creativos que han visitado este lugar, donde da cabida, quizás, al toque erótico de la noche y a la curiosidad de saber cómo estará su acompañante, pero, aún estaba sola, danzando junto a ese “clock”, “clock” que movía las manecillas del reloj una y otra vez, sin nada, sin nadie, sin ninguna respuesta a las señales de humo que salían constantemente de sus fogosos labios color canela.

De repente un brillo deslumbró mis ojos, no podía distinguir bien quién era, pasó a mi lado, era una mujer que entraba al lugar, inmediatamente causó en mí todo tipo de curiosidad, era muy elegante, su vestido color negro y radiante la envolvía con el brillo de la luna que se podía apreciar desde la ventana del bar, su cabello oxigenado de rubio y sus detalladas marcas de expresión  delataban que no era una mujer joven y eso fue lo que más me impactó, yo solo pensaba hacia donde iría, pero solo sus dos piernas pálidas eran la brújula que la acercaban más y más a las señales de humo que salían de aquella habitación.

Yo quería saber que pasaba y de inmediato le dije a mi acompañante que buscáramos otra mesa, nos ubicamos mucho  más central. Las podía observar  sentadas en ese sillón acolchonado,  con sus piernas entrecruzadas, mirándose fijamente una a la otra con sus ojos coquetos, pidieron un coctel y empezaron a conversar, yo observaba cómo estas mujeres arrastraban como un imán las miradas de todos los hombres a su alrededor, incluyendo mi acompañante, que no dejaba de mirarlas un minuto.

Era una noche fría y sus escotes profundos obligaron a sus cuerpos a juntarse cada vez más, mientras sus manos inquietas y  atrevidas se condujeron libremente por el recorrido de sus cuerpos. Se acariciaban con sutileza y deseo en la oscuridad, a medida que sus apetitosos labios desnudos manifestaban todos sus anhelos, sin imaginar, iban dejando a su alrededor las huellas del clímax de lo prohibido.

Son las once y cinco de la noche y una de ellas se para de la mesa, la más joven se queda en el sillón,  y observé, al parecer la rubia iba hacia el baño, esperé un momento y fui detrás, cuando entré estaba allí frente a ese juez cristalino que odia tanto a las “feas” y  admira a las “bellas”, estaba retocándose, su maquillaje escurridizo no dejaba de caer, la corriente de tristeza que fluía de sus ojos hacia todas sus líneas de expresión era muchísimo más fuerte.

Ella salió del baño, yo esperé un momento para no despertar sospecha, al llegar a la mesa observo algo extraño, dos hombres mayores  estaban sentados a su lado, ellas muy sonrientes aceptan un brindis por parte de estos sujetos. Al terminarlo uno de ellos le agarra el trasero a la más joven y la invita a salir de este lugar, ella acepta, iluminada cada vez menos por ese brillo de luna, se va alejando,  pero  de inmediato saca un cigarro, lo prende  y  con sus fogosos  labios color canela, hace un suspiro, dejando traspasar por la ventana del bar las señales de humo que danzan envueltas en el sonido del “clock”, “clock”.


Leidy Lan 

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