Cadáver Exquisito.
Laura Salazar
Johana Ramos
Lina Gallego
Ana María Goéz
Alejandro Monsalve Ayala.
WONDERFUL STREETS --- HISTORIA BASE
Laura Salazar
Johana Ramos
Lina Gallego
Ana María Goéz
Alejandro Monsalve Ayala.
WONDERFUL STREETS --- HISTORIA BASE
Son las once de la noche, el
clima está helado, el pavimento caliente, se escuchan risas por todas partes,
mujeres bonitas, vestidas y pintadas de mil colores se ven desfilar en tacones.
El lugar donde entro tiene dos puertas; una angosta y discreta y otra grande,
donde se ven las mesas y la gente bailando, yo, intimidada por el frío y la
bulla entro por la chiquita, despacio, moviéndome entre la multitud con
precaución. Es un lugar con poca luz, en las paredes hay diferentes cuadros que
no se logran distinguir mucho a esta hora, más sabiendo que mi vanidad no me permite sacar las gafas a bailar.
La barra está a la derecha, es
una L, alta, tiene cuadritos verdes, dos
lámparas a cada lado, redondas, brillantes y unos engendros enroscados en por
encima que ni el contraluz ni el asco me deja distinguir. A mi derecha veo una
maquina para servir shots de jagger, otra revolviendo margaritas, y una nevera
pequeña, de las que siempre he querido para mi cuarto exhibe cervezas
extranjeras Miller y Heineken. Al lado izquierdo hay una selección de frutas
con los que me supongo se hacen los tragos más antioxidantes o menos amargos,
pero que hay que reconocer le dan un toque saludable a tanta alcoholemia. Las
lámparas iluminan la carta de tragos, que son más bien una fila de líquidos de
todos los colores y de diferentes densidades que hipnotizan los ojos y tientan
el hígado.
Los bartenders se asoman con una sonrisa y
preguntan inmediatamente, ¿Qué quieres tomar? Yo, en busca de una mirada menos
clara de la noche pido la primera copa que veo en la fila y la chica asiente
con la cabeza mientras voltea y va en busca de una copa para prepararlo. Como
es más bien bajita, ella empuja la copa hasta el final de la barra y yo miro el
trago verde con naranja, y sin pensarlo más de una vez ruedo el líquido por mi
garganta.
A la izquierda noto que hay más
mesas y busco una medianamente escondida muy cerca del DJ para mantenerme
entretenida, quedo prácticamente al frente de la caja y la pecera redonda en la
que nadan los billetes y las monedas que los clientes dejan como propina. En la
mesa que está al lado hay cuatro personas que se ríen y se toman fotos con sus
copas, yo me aseguro de no ser el fondo de una de ellas. Miro más hacia atrás y
veo la entrada hacia los baños, el de damas tiene un letrero rosado y la imagen
de una Barbie en la mitad de la puerta, y una fila de niñas afuera mirándose en
el espejo, arreglándose el pelo, las uñas, las tetas y hasta el bolso, sin
darse cuenta que el establecimiento sólo cuenta con esa cantidad de luz ahí, en
el baño.
Miro hacia la puerta grande y veo
que entran dos personajes, una mujer, unos 36 años, tiene un pantalón negro,
una camisa verde lo suficientemente transparente para notar que no llevaba
brassiere, pero que la lucha contra la gravedad ya la había ganado con un par
de siliconas, entra de la mano con un hombre, unos 22 años, él, muy bien mozo,
tiene el pelo corto, una barba desordenada, muy intencionalmente, y las
intenciones en el pantalón, en su mano lleva dos cascos con diseños muy
exclusivos, mostrándome qué tipo de moto tenía.
Los dos se sientan en la mesa de la esquina, la única desocupada de todo
el lugar, la mesera, una chica de unos veinte años atiene la mesa, pero siempre
le dirige la palabra al muchacho, mostrando así su interés en esa barba, él,
desinteresado, con los ojos clavados en la transparencia de su acompañante, le
pregunta qué quiere tomar y le hace una seña rápida a la mesera diciendo que
trajera dos de lo mismo.
La mesera, batalla con una bandeja
que pareciera ser más grande que ella, lleva allí los dos tragos de los
tortolos, eran dos copas alargadas de un trago amarillo y azul, ella lo mira,
lo huele y se lo toma despacio, a sorbitos, él, sin mirarlo, sin importarle
mucho qué le estaba metiendo a su cuerpo sube la cabeza y el codo y deja que
los dos colores se le mezclen en la boca del estómago.
La noche pasa con canciones, con
luces, con tragos, el DJ me habla, por cortesía o interés, poco me preocupa, yo
intento vencer mi miopía y mi astigmatismo para entender qué pasa entre este
par en la esquina. Ellos conversan de vez en cuando, me supongo que es porque a
ella le es más fácil pronunciar sin la lengua de él entre sus dientes, pero
también puede ser que la diferencia de años les impida una sostener una línea
de pensamiento.
Ya son casi la una y yo no sé
cuántos colores ni densidades me he tomado, unos más largos que otros, pero
todos con el mismo sabor dulzón al final, de pronto ese es el sabor de la casa,
o de pronto las papilas gustativas ya se cansaron de adivinar.
El par que están en la esquina
siguen en su idilio, él le habla al oído, ella sonríe, le responde con un beso
en la boca que se convierte en un manoseo incesante, llaman nuevamente a la
mesera, piden la cuenta, yo me imagino que será un papiro que rueda de la caja
hasta la mesa porque ambos han tomado bastante, él de su billetera la tarjeta y
transacción exitosa, ya van de salida.
Yo pensando que ya se me había
acabado el chisme, llamo a mi amiga que está tres cuadras más abajo, me paro me
acerco a la caja, pregunto cuánto debo, entrego los billetes, me despido del DJ
con una sonrisa, y salgo de allí. Voy
caminando con cuidado porque el piso es algo inestable, y yo tengo la torpeza
directamente proporcional a la cantidad de colores que le repartí a mi hígado,
bajo mirando al piso, y mirando a mi alrededor, escucho fracciones de canciones
de todos los géneros musicales, gente sentada en las aceras, risas, humo de
cigarrillo, humo de “otros” cigarrillos, huele a vodka, a margarita, a
aguardiente sobretodo, veo muchas gorras aunque no hay sol, muchos shorts
cortos aunque la noche no se presta, sigo caminando.
Llego y veo a mi amiga sentada en
unas escaleras, veo su pelo enmarañado, tiene los labios pintados de rojo,
sorprendentemente tiene puestos unos shorts cortos, unos botines y su bolsito
morado baja de su hombro, hasta la cadera. La saludo, me siento con ella, me
prende un cigarrillo y las dos quedamos de frente a la calle, veo los dos
cascos de los tórtolos del bar subir en su moto aunque la imagen se me hace
difusa con el humo del cigarrillo, o la velocidad de las llantas. Un estruendo.
Una camioneta imprudente, un caso rueda por la calle, la camisa verde
transparente cubierta en sangre. Y se dibujan dos estrellas negras más en las
calles de este pueblo.
ROSSANA.
Jose quiere entrar ahí, y yo no
quería salir hoy, pero ya estoy acá, es un lugar oscuro, pequeño de paredes
turquesa, todos son muy jóvenes, pero qué hago pues si Jose es un cagón, me
siento en la primera mesa que hay al lado de la puerta no sé si es porque
siento mucho calor, o porque quiero salir corriendo de aquí.
Apenas me siento llega una
chiquita a preguntarme qué me voy a tomar, pido el traguito con el nombre más
seriecito y apenas levanto la mirada la mesera ya no está pero tengo los ojos
de una niña clavados en Jose, ella arruga la mirada, cómo si lo conociera, o me
conociera a mi, pero yo, yo nunca la he visto en mi vida.
Jose ni la determina, o será que
está disimulando, yo ya en ningún hombre confío, es una mujer de alta, grande,
de pelo largo, pero es una peladita, yo sé que Jose prefiere estar conmigo.
Ya llegó el shot, yo lo huelo, lo
pienso, lo miro, ¿Qué tendrá esto? Mejor tomárselo despacio, sabe igual como
dulzón.
Esta pelada el fondo ya me tiene
como nerviosa, pero no entiendo, será
que yo la conocía, y Jose por qué no dirá nada, ella ¿Por qué estará sola?
¿Tendrá muchos tragos encima? ¿Estará despechada? Pues, triste no se le ve,
pero eso de andar cazando solita si se ve ya como muy desesperada.
Yo vine a estar con mi novio, qué
pendejada estar al pie de esa boba, que no es sino metida. “Amor, pídeme otro
shot porfa”. Tan lindo, alza la manito ahí mismo, y la meserita pobrecita lo
mira encantada, pero él está conmigo y que les quede claro a todas.
Hay que calmar la aburrición me
obligo a probar todos los tragos de la casa, de pronto así esto se me hace más
ameno, Jose ya no quiere ni hablar, yo creo que es mejor que nos vayamos ya.
“Pedí la cuenta, y nos vamos”
Esta vieja por qué es que no deja
de mirar para acá, ya me tiene es asustada, pero bueno, ,ya nos vamos. Cojo mi
casco, me arreglo el pelo mientras Jose paga la cuenta y nos vamos.
Bajamos, Jose ya tenía en mente
mil cosas, se le notaba en su actitud, en su afán, habíamos bebido de más y yo ya
quiero llegar a la casa.
Subimos por la 10, le dije que no
tan rápido, está tarde y no creo que tengamos los mejores reflejos, él no me
hace caso.
ANDREA- La Mesera
Mirá, esta mujer por qué habrá
llegado sola, será que está esperando a alguien, pues no sé, esperemos que sí
porque va a ocupar una mesa completa para ella sola, y la noche se presta para
muchas propinas.
Bueno, y los del lado cuándo se
van a dejar de tomar fotos para atenderlos, uno bien bajito, y ellos
encarnizados con sus celulares, qué desespero, esperemos que esos sí dejen
buena propina.
Este man tan lindo qué hace con
esa vieja. No, pero por qué si le lleva como el doble de la edad, por qué será que siempre pasa lo mismo, los
más lindos; ocupados, o maricas…. Mentiras, quién quita que sea la hermana,
cierto, pues yo sí creo porque esa mujer está muy anciana para ese querido.
Esa pelada del fondo no hace sino
mirarlo, y vino sola, ¿será que lo conoce? Ay! Será que tiene algo con él? ¿Por
qué los mirará tanto? Y la anciana la repudia, claro que mira feo a todo el
mundo la menopaúsica esa.
¡Ay no! Los cascos están divinos ¿Será que montó a
esa anciana a la moto? Ja, demás que la desbarataba. Qué querrá tomar, no vaya
ser que se me deshidrate el querido este
-Buenas noches, ¿Qué quieres
ordenar? – Ay, que ojos tan lindos los de este hombre.
Ella ahí mismo me arrebata la
carta, y ni me mira, pide por los dos,
ésta vieja no lo deja ni hablar, pobrecito, vieja aburridora,
-Claro, con mucho gusto- Qué rabia, la loca ésta con quién estará
enojada, ¿será que pelean mucho? Ayy que venga que me llore a mi, qué rico.
Esta vieja de la esquina no hace
sino mirarlos, pero qué les mirará tanto, ay ahora será que se arma acá un
bonche entre este par de yeguas por ese tipo, jaja pues yo me quedo con él si
se agarran.
Lo cierto es que ella no lo deja
de mirar a él, esa pelada ¿será que vino a montarle la perseguidora? Y este bobo de Daniel que vino hoy disque a
trabajar de DJ y no hace sino hablarle a esa pelada, ahora le pregunto si la
conoce, aunque a ella como que no le importa nada de lo que él le dice.
Ya está muy tarde y esta vieja no
ha hecho nada, y esta otra anciana no hace sino tragarse a ese hombre en esa
esquina, yo creo que la bruja que está con este man debe estar ardida o sabe
quien es esta pelada, pero no han dicho nada, no se hablan, yo como ya no creo
que se agarren.
Este par han bebido tanto, yo
tengo como ganas de pedirles un taxi, además gas, ya se pasaron de obscenos con
esa manoseadora, ya están es dando lora acá.
Porfin pidieron la cuenta, ya le
llevo el datafono.
Tres intentos para insertar la
contraseña de la tarjeta indica una leve alcoholemia, le ofrecí un taxi y me
dijo entre tragos y babas que abajo tenía la moto.
Que les vaya bien entonces...
DANIEL-DJ
Yo hoy no quiero poner a bailar a
esta gente, les voy a poner musiquita relajada, llevo trabajando tres días
derecho y ya como que no me da el cuerpo de cansancio y el sueño, pero bueno,
hay trabajo que es lo importante.
Ay tan linda Andreita que siempre
se pavonea con una sonrisita por la barra, siempre con una sonrisa para los
clientes, cuando será que me mira. En estos días la invito a comer, esa niña es
muy linda.
Ve esa vieja que se acaba de
tomar ese lorito en la barra con
quién habrá llegado, esas viejas así no andan solas, pero no la veo hablando
con nadie…
Uy uy ya viene para acá, es muy
alta,
-Hola- Tan bonita como sonríe
cuando uno la saluda.
Ella mira mucho a una parejita que llegó en la esquina,
allá está Andreita atendiéndolos, ella es toda bonita cuando atiende, cuando
lleva los tragos en la bandeja, parece una niña chiquita con esa bandejota que
tienen acá.
Esta pelada sigue sola, será que
de verdad no está esperando a nadie, pero ella mira mucho para la puerta, quién
habrá dejado metida a esa pelada, ay que pesar, hablémosle.
-¿Cómo estás?-
Tan parca, muy tímida que sólo
dice bien y vuelve y se concentra en la puerta,
o demás que está bien enamorado del guevón que la dejó metida.
Pero eso no le impide seguir
tomando, ay que pecaito hasta despechada debe estar la niña, pero no, yo no
creo que alguien la deje metida, ya se hubiera ido, pero sigue clavadita en la
puerta.
Andrea sí es celosa, ya está
preguntando que yo por qué conozco a esta vieja, si ni el saludo me recibió.
Ya está como muy tarde y esta
pelada como que se cansó de esperar porque coge su billetera, y se dirige hacia
la caja, yo nunca dejaría a Andreita
metida, pero bueno esta mujer hasta achantada se fue porque se estaba rascando
los ojos como si fuera a llorar.
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