martes, 22 de mayo de 2012


Cadáver Exquisito.
Laura Salazar
Johana Ramos
Lina Gallego
Ana María Goéz
Alejandro Monsalve Ayala.


WONDERFUL STREETS --- HISTORIA BASE

Son las once de la noche, el clima está helado, el pavimento caliente, se escuchan risas por todas partes, mujeres bonitas, vestidas y pintadas de mil colores se ven desfilar en tacones. El lugar donde entro tiene dos puertas; una angosta y discreta y otra grande, donde se ven las mesas y la gente bailando, yo, intimidada por el frío y la bulla entro por la chiquita, despacio, moviéndome entre la multitud con precaución. Es un lugar con poca luz, en las paredes hay diferentes cuadros que no se logran distinguir mucho a esta hora, más sabiendo que mi vanidad  no me permite sacar las gafas a bailar.
La barra está a la derecha, es una L, alta,  tiene cuadritos verdes, dos lámparas a cada lado, redondas, brillantes y unos engendros enroscados en por encima que ni el contraluz ni el asco me deja distinguir. A mi derecha veo una maquina para servir shots de jagger, otra revolviendo margaritas, y una nevera pequeña, de las que siempre he querido para mi cuarto exhibe cervezas extranjeras Miller y Heineken. Al lado izquierdo hay una selección de frutas con los que me supongo se hacen los tragos más antioxidantes o menos amargos, pero que hay que reconocer le dan un toque saludable a tanta alcoholemia. Las lámparas iluminan la carta de tragos, que son más bien una fila de líquidos de todos los colores y de diferentes densidades que hipnotizan los ojos y tientan el hígado.
 Los bartenders se asoman con una sonrisa y preguntan inmediatamente, ¿Qué quieres tomar? Yo, en busca de una mirada menos clara de la noche pido la primera copa que veo en la fila y la chica asiente con la cabeza mientras voltea y va en busca de una copa para prepararlo. Como es más bien bajita, ella empuja la copa hasta el final de la barra y yo miro el trago verde con naranja, y sin pensarlo más de una vez ruedo el líquido por mi garganta.
A la izquierda noto que hay más mesas y busco una medianamente escondida muy cerca del DJ para mantenerme entretenida, quedo prácticamente al frente de la caja y la pecera redonda en la que nadan los billetes y las monedas que los clientes dejan como propina. En la mesa que está al lado hay cuatro personas que se ríen y se toman fotos con sus copas, yo me aseguro de no ser el fondo de una de ellas. Miro más hacia atrás y veo la entrada hacia los baños, el de damas tiene un letrero rosado y la imagen de una Barbie en la mitad de la puerta, y una fila de niñas afuera mirándose en el espejo, arreglándose el pelo, las uñas, las tetas y hasta el bolso, sin darse cuenta que el establecimiento sólo cuenta con esa cantidad de luz ahí, en el baño.
Miro hacia la puerta grande y veo que entran dos personajes, una mujer, unos 36 años, tiene un pantalón negro, una camisa verde lo suficientemente transparente para notar que no llevaba brassiere, pero que la lucha contra la gravedad ya la había ganado con un par de siliconas, entra de la mano con un hombre, unos 22 años, él, muy bien mozo, tiene el pelo corto, una barba desordenada, muy intencionalmente, y las intenciones en el pantalón, en su mano lleva dos cascos con diseños muy exclusivos, mostrándome qué tipo de moto tenía.  Los dos se sientan en la mesa de la esquina, la única desocupada de todo el lugar, la mesera, una chica de unos veinte años atiene la mesa, pero siempre le dirige la palabra al muchacho, mostrando así su interés en esa barba, él, desinteresado, con los ojos clavados en la transparencia de su acompañante, le pregunta qué quiere tomar y le hace una seña rápida a la mesera diciendo que trajera dos de lo mismo.
La mesera, batalla con una bandeja que pareciera ser más grande que ella, lleva allí los dos tragos de los tortolos, eran dos copas alargadas de un trago amarillo y azul, ella lo mira, lo huele y se lo toma despacio, a sorbitos, él, sin mirarlo, sin importarle mucho qué le estaba metiendo a su cuerpo sube la cabeza y el codo y deja que los dos colores se le mezclen en la boca del estómago.
La noche pasa con canciones, con luces, con tragos, el DJ me habla, por cortesía o interés, poco me preocupa, yo intento vencer mi miopía y mi astigmatismo para entender qué pasa entre este par en la esquina. Ellos conversan de vez en cuando, me supongo que es porque a ella le es más fácil pronunciar sin la lengua de él entre sus dientes, pero también puede ser que la diferencia de años les impida una sostener una línea de pensamiento.
Ya son casi la una y yo no sé cuántos colores ni densidades me he tomado, unos más largos que otros, pero todos con el mismo sabor dulzón al final, de pronto ese es el sabor de la casa, o de pronto las papilas gustativas ya se cansaron de adivinar.
El par que están en la esquina siguen en su idilio, él le habla al oído, ella sonríe, le responde con un beso en la boca que se convierte en un manoseo incesante, llaman nuevamente a la mesera, piden la cuenta, yo me imagino que será un papiro que rueda de la caja hasta la mesa porque ambos han tomado bastante, él de su billetera la tarjeta y transacción exitosa, ya van de salida.
Yo pensando que ya se me había acabado el chisme, llamo a mi amiga que está tres cuadras más abajo, me paro me acerco a la caja, pregunto cuánto debo, entrego los billetes, me despido del DJ con una sonrisa, y salgo de allí.  Voy caminando con cuidado porque el piso es algo inestable, y yo tengo la torpeza directamente proporcional a la cantidad de colores que le repartí a mi hígado, bajo mirando al piso, y mirando a mi alrededor, escucho fracciones de canciones de todos los géneros musicales, gente sentada en las aceras, risas, humo de cigarrillo, humo de “otros” cigarrillos, huele a vodka, a margarita, a aguardiente sobretodo, veo muchas gorras aunque no hay sol, muchos shorts cortos aunque la noche no se presta, sigo caminando.
Llego y veo a mi amiga sentada en unas escaleras, veo su pelo enmarañado, tiene los labios pintados de rojo, sorprendentemente tiene puestos unos shorts cortos, unos botines y su bolsito morado baja de su hombro, hasta la cadera. La saludo, me siento con ella, me prende un cigarrillo y las dos quedamos de frente a la calle, veo los dos cascos de los tórtolos del bar subir en su moto aunque la imagen se me hace difusa con el humo del cigarrillo, o la velocidad de las llantas. Un estruendo. Una camioneta imprudente, un caso rueda por la calle, la camisa verde transparente cubierta en sangre. Y se dibujan dos estrellas negras más en las calles de este pueblo.




ROSSANA.
Jose quiere entrar ahí, y yo no quería salir hoy, pero ya estoy acá, es un lugar oscuro, pequeño de paredes turquesa, todos son muy jóvenes, pero qué hago pues si Jose es un cagón, me siento en la primera mesa que hay al lado de la puerta no sé si es porque siento mucho calor, o porque quiero salir corriendo de aquí.
Apenas me siento llega una chiquita a preguntarme qué me voy a tomar, pido el traguito con el nombre más seriecito y apenas levanto la mirada la mesera ya no está pero tengo los ojos de una niña clavados en Jose, ella arruga la mirada, cómo si lo conociera, o me conociera a mi, pero yo, yo nunca la he visto en mi vida.
Jose ni la determina, o será que está disimulando, yo ya en ningún hombre confío, es una mujer de alta, grande, de pelo largo, pero es una peladita, yo sé que Jose prefiere estar conmigo.
Ya llegó el shot, yo lo huelo, lo pienso, lo miro, ¿Qué tendrá esto? Mejor tomárselo despacio, sabe igual como dulzón.
Esta pelada el fondo ya me tiene como nerviosa,  pero no entiendo, será que yo la conocía, y Jose por qué no dirá nada, ella ¿Por qué estará sola? ¿Tendrá muchos tragos encima? ¿Estará despechada? Pues, triste no se le ve, pero eso de andar cazando solita si se ve ya como muy desesperada.
Yo vine a estar con mi novio, qué pendejada estar al pie de esa boba, que no es sino metida. “Amor, pídeme otro shot porfa”. Tan lindo, alza la manito ahí mismo, y la meserita pobrecita lo mira encantada, pero él está conmigo y que les quede claro a todas.
Hay que calmar la aburrición me obligo a probar todos los tragos de la casa, de pronto así esto se me hace más ameno, Jose ya no quiere ni hablar, yo creo que es mejor que nos vayamos ya.
“Pedí la cuenta, y nos vamos”
Esta vieja por qué es que no deja de mirar para acá, ya me tiene es asustada, pero bueno, ,ya nos vamos. Cojo mi casco, me arreglo el pelo mientras Jose paga la cuenta y nos vamos.
Bajamos, Jose ya tenía en mente mil cosas, se le notaba en su actitud, en su afán, habíamos bebido de más y yo ya quiero llegar a la casa.
Subimos por la 10, le dije que no tan rápido, está tarde y no creo que tengamos los mejores reflejos, él no me hace caso.




ANDREA- La Mesera
Mirá, esta mujer por qué habrá llegado sola, será que está esperando a alguien, pues no sé, esperemos que sí porque va a ocupar una mesa completa para ella sola, y la noche se presta para muchas propinas.
Bueno, y los del lado cuándo se van a  dejar de tomar fotos para  atenderlos, uno bien bajito, y ellos encarnizados con sus celulares, qué desespero, esperemos que esos sí dejen buena propina.
Este man tan lindo qué hace con esa vieja. No, pero por qué si le lleva como el doble de la edad,  por qué será que siempre pasa lo mismo, los más lindos; ocupados, o maricas…. Mentiras, quién quita que sea la hermana, cierto, pues yo sí creo porque esa mujer está muy anciana para ese querido.
Esa pelada del fondo no hace sino mirarlo, y vino sola, ¿será que lo conoce? Ay! Será que tiene algo con él? ¿Por qué los mirará tanto? Y la anciana la repudia, claro que mira feo a todo el mundo la menopaúsica esa.
¡Ay no!  Los cascos están divinos ¿Será que montó a esa anciana a la moto? Ja, demás que la desbarataba. Qué querrá tomar, no vaya ser que se me deshidrate el querido este
-Buenas noches, ¿Qué quieres ordenar? – Ay, que ojos tan lindos los de este hombre.
Ella ahí mismo me arrebata la carta, y ni me mira, pide por los dos,  ésta vieja no lo deja ni hablar, pobrecito, vieja aburridora,
-Claro, con mucho gusto-  Qué rabia, la loca ésta con quién estará enojada, ¿será que pelean mucho? Ayy que venga que me llore a mi, qué rico.
Esta vieja de la esquina no hace sino mirarlos, pero qué les mirará tanto, ay ahora será que se arma acá un bonche entre este par de yeguas por ese tipo, jaja pues yo me quedo con él si se agarran.
Lo cierto es que ella no lo deja de mirar a él, esa pelada ¿será que vino a montarle la perseguidora?  Y este bobo de Daniel que vino hoy disque a trabajar de DJ y no hace sino hablarle a esa pelada, ahora le pregunto si la conoce, aunque a ella como que no le importa nada de lo que él le dice.
Ya está muy tarde y esta vieja no ha hecho nada, y esta otra anciana no hace sino tragarse a ese hombre en esa esquina, yo creo que la bruja que está con este man debe estar ardida o sabe quien es esta pelada, pero no han dicho nada, no se hablan, yo como ya no creo que se agarren.
Este par han bebido tanto, yo tengo como ganas de pedirles un taxi, además gas, ya se pasaron de obscenos con esa manoseadora, ya están es dando lora acá.
Porfin pidieron la cuenta, ya le llevo el datafono.
Tres intentos para insertar la contraseña de la tarjeta indica una leve alcoholemia, le ofrecí un taxi y me dijo entre tragos y babas que abajo tenía la moto.
Que les vaya bien entonces...

DANIEL-DJ

Yo hoy no quiero poner a bailar a esta gente, les voy a poner musiquita relajada, llevo trabajando tres días derecho y ya como que no me da el cuerpo de cansancio y el sueño, pero bueno, hay trabajo que es lo importante.
Ay tan linda Andreita que siempre se pavonea con una sonrisita por la barra, siempre con una sonrisa para los clientes, cuando será que me mira. En estos días la invito a comer, esa niña es muy linda.
Ve esa vieja que se acaba de tomar ese lorito en la barra con quién habrá llegado, esas viejas así no andan solas, pero no la veo hablando con nadie…
Uy uy ya viene para acá, es muy alta,
-Hola- Tan bonita como sonríe cuando uno la saluda.
Ella mira  mucho a una parejita que llegó en la esquina, allá está Andreita atendiéndolos, ella es toda bonita cuando atiende, cuando lleva los tragos en la bandeja, parece una niña chiquita con esa bandejota que tienen acá.
Esta pelada sigue sola, será que de verdad no está esperando a nadie, pero ella mira mucho para la puerta, quién habrá dejado metida a esa pelada, ay que pesar, hablémosle.
-¿Cómo estás?-
Tan parca, muy tímida que sólo dice bien y vuelve y se concentra en la puerta,  o demás que está bien enamorado del guevón que la dejó metida.
Pero eso no le impide seguir tomando, ay que pecaito hasta despechada debe estar la niña, pero no, yo no creo que alguien la deje metida, ya se hubiera ido, pero sigue clavadita en la puerta.
Andrea sí es celosa, ya está preguntando que yo por qué conozco a esta vieja, si ni el saludo me recibió.
Ya está como muy tarde y esta pelada como que se cansó de esperar porque coge su billetera, y se dirige hacia la caja,  yo nunca dejaría a Andreita metida, pero bueno esta mujer hasta achantada se fue porque se estaba rascando los ojos como si fuera a llorar.

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