lunes, 21 de mayo de 2012

EL ARTISTA



Esta película es el claro reflejo de ese punto extremo que el maldito, pero delicioso orgullo nos puede llevar. Los humanos nos dejamos llevar por la perfección, por el deseo de mostrarnos más fuertes, más poderosos, de creernos como seres indestructibles y con la autoridad de pasar por encima de cualquier persona y a cualquier precio. Tenemos que caer, darnos cuenta que este mundo es compartido, hay que tener tolerancia, humildad y respeto hacia los otros individuos que al igual de nosotros pueden tener las mismas oportunidades, claro, si se empieza por los gobiernos y las élites de este mundo.

Los finales no son siempre color de rosa como nos muestran las películas, pero si nos esforzamos y aprendemos a trabajar y buscar el bien común, podríamos vivir mucho mejor, con menos pobreza y donde 
las diferencias de clases sociales disminuiría mucho más.

Lina Gallego.

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